miércoles, 28 de julio de 2010


Presentado el 22 de julio en el Foro
CARACAS,
DESAFIOS PARA LA CONSTRUCCION DE LA CIUDAD, organizado por la
Alcaldía Metropolitana de Caracas como parte del 443 Aniversario de la ciudad.








Son de Eugenio Montejo los versos

La tierra giró para acercarnos,

giró sobre sí misma y en nosotros,

hasta juntarnos por fin en este sueño.

Sobre la tierra que gira, giran ciudades y en ellas personas. Algunas, como en los versos, se acercan y juntan en un sueño; otras no; quizá por carencias propias o porque la ciudad con la que giran lo impide, extraviada e incapaz de hallar su propio sueño.

Aunque temo que Caracas es hoy una de esas ciudades que giran distantes y desorientadas, también puede decirse eso de que lo mejor de ella hoy es lo mal que está: existe un casi total consenso sobre lo crítico de su estado y, aunque sus peores taras no son de tan vieja data, sus efectos ya son evidentes. Pero si dejamos que esos vicios hagan metástasis sobre lo aún relativamente sano, la ventaja puede desvanecerse hasta ceder a la convicción de la imposibilidad.

Quizá el desafío al que se refiere el título de esta sesión sea entender y atender que la ciudad es una construcción social de evolución lenta y factores complejos para la que todos esperamos soluciones rápidas y sencillas. ¡Y vaya si es difícil ese desafío!

Difícil entender el tiempo de lo urbano para autoridades inmediatistas, que desconocen (no por no saberlo sino porque prefieren ignorarlo…) que lo verdaderamente trascendente entre todo lo que emprendan excederá su gestión, y sucumben a la tentación del pañito caliente, la inauguración express y, eso sí, mucha foto y besitos a vecinos; y para éstos, quienes muchas veces sólo ven amenazas en las oportunidades y someten lo importante a la miope piquiña de lo urgente; también para opinadores con Complejo de Adán (urgencia de andar siempre inventando el mundo y sus cosas) y para quienes sufren el Síndrome de Funes (pulsión extrema a recordarlo y preservarlo todo lo que, como al personaje de Borges, los vuelve incapaces de pensar), ambos ignorantes de que en la vida hay suturas y rupturas, permanencias y ausencias y que nada es tan falso como la verdad absoluta; en los arquitectos induce la “proyectación precoz”, frustrante para todos, y en los planificadores el dilatado “lo estamos evaluando”, por lo que casi siempre, en vez de integrarnos desconfiamos unos de otros, y todos de ambos… Pero ninguna más paralizante que la tragedia de resignarnos al “esto no tiene remedio”, como si la ciudad que tenemos hubiera salido de la nada y sin nadie, y ahora sólo nos queda seguir pagando esta condena, lo menos mal y más de lejitos posible...

También difícil entender y atender la complejidad de lo urbano para políticos que, como teledirigidos por la encuestitis, prefieren no complicarse y optan por consignas simples y pegajosas; la Academia, que con derecho reclama su papel en la formulación de planes, más bien se solaza en la complejidad y llama Thalurania furcata al Tucusito, como para inflar sus informes con esteroides intelectualosos o, me temo, para evitar llamar las cosas por su nombre e incomodar a quien, nunca se sabe, más adelante pudiera solicitar otro estudio; también eluden la complejidad los funcionarios que, tras apenas 40 años de retraso, siguen sin revisar las ordenanzas e igualando, por ejemplo, sectores tan distintos como Alta Vista, San Bernardino o Chuao en el simplismo del mismo R-3 para todos, desconociendo (con pleno conocimiento) temas más álgidos pero también más estimulantes como morfología, carácter o densidad; como individuos, preferimos descalificar como muy bonito pero utópico (o sea, paja), todo lo que sea más complejo que arreglar un bote de agua o arreglar un semáforo y, hay que decirlo, con frecuente ayuda de colegas prestos a la zancadilla disciplinar para enredar el argumento más transparente con verbo y carita de salvador de la patria…

Mientras sigamos girando en este laberinto de desconocimientos, pereza, recelos y celadas, será difícil, si no imposible, asumir el desafío de acercarnos para imaginar una apuesta de futuro que nos junte en el sueño de construir la ciudad.

Quizá lo políticamente correcto hubiera sido decir re-construir la ciudad, pues nadie piensa comenzar de cero. Pero plantearse la posibilidad de plantear un sistema de estrategias para esta ciudad que se expandió cuantitativamente sin crecer cualitativamente, adoptando modelos sin adaptarlos, entre el azar y la avaricia, contradiciendo su geografía, desconociendo a más de la mitad de sus ciudadanos, y tan desacostumbrada a pensarse y evaluarse, tiene dimensiones casi fundacionales.

Por la naturaleza dinámica, multifactorial, interrelacionada e interactiva de la ciudad, ningún proyecto urbano puede reducirse a una estrategia, sino que debe articular varias, de distinto alcance, ámbito y actores, en un sistema de estrategias que, como tan claramente explicaba el martes 20 de julio Carmenza Saldías, incorpore mecanismos eficaces para, en cada aspecto pero sin ignorar su interdependencia, diagnosticar problemas, identificar riesgos y ordenar instrumentos que permitan alinear acciones fundamentadamente y rectificar direcciones oportunamente.

Es esencial para esto que el sistema de estrategias incorpore, con un inteligente y tolerante, pero también exigente, ejercicio de la autoridad como docencia ciudadana, la mayor cantidad y mejor calidad de actores y factores para que esa apuesta de futuro se asuma apropiada y, por tanto, se defienda como propia, más allá de circunstancias, vicisitudes o gestiones distintas. Para ello, las estrategias, necesariamente comprehensivas y, por tanto, potencialmente complejas, deben formularse con claridad que permita comprenderlas y, como serán también necesariamente PROGRESIVAS y, por tanto, potencialmente lentas, adelantar, sin premura pero a tiempo, acciones que demuestren la calidad del plan y preserven el ánimo.

Tal es el desafío para la construcción de la ciudad: asumir la complejidad urbana sin enredos ni simplismos y su tiempo sin dilación ni arrebatos.

Como es de lo que ignoro un poquito menos, y para conversar, me atrevo a exponer, como mero ejemplo, algunas ideas sobre un sistema de estrategias sobre espacios públicos compuesto por cuatro categorías que, como las de todos los otros sistemas de estrategias, deben entrelazar acciones complementarias aunque diversas, de complejidad diferente y en tiempos distintos:

· El territorio que incluye lo geográfico pero se manifiesta como fenómenoperceptual, pues si, hasta no hace mucho, entendíamos el territorio caraqueño como el Valle de San Francisco, hoy, funcional, operativa e infraestructuralmente abarca, al menos, hasta Guatire, Los Teques, Ocumare y el Litoral, por lo que es estratégicamente fundamental definir el carácter, condiciones y extensión del territorio del que participa Caracas y el papel que en él debe cumplir esta ciudad.

· Los ámbitos porciones urbanizadas del territorio que, como las parroquias de la vieja ciudad, tienen tamaño, identidad, interrelación y forma discernible y conforman vecindarios vivencialmente significativos más allá de la simple adyacencia de parcelas, por lo que es estratégicamente fundamental que muchas de nuestras urbanizaciones asuman la decisión de construirse como ámbito, con capacidad para activar su propia identidad sin enconcharse como ghettos.

· Los espacios secciones del ámbito compartidas por todos para interactuar, vincularse y garantizar plena accesibilidad a las oportunidades de la ciudad, que incluye moverse pero también sentarse en un banco o pararse bajo un árbol, disfrutando la cotidianidad como parte de ella, por lo que es estratégicamente fundamental tomar lo que hoy son meras vías, restos y vacíos (está de moda llamarlos intersticios) para constituir y construir espacio;

y

· Los lugares enclaves, plazas, parques o esquinas que, con carácter protagónico o silencioso, dan a espacios y ámbitos su carácter, como boyas que marcan y demarcan el mapa urbano y permiten anclar recuerdos, acariciar deseos y retomar esperanzas, ausentes en este amasijo de edificaciones y carteles que abruman sin conmover, por lo que es estratégicamente fundamental construir, reconstruir, rescatar y cualificar los lugares.

Con alcance y significado muy distintos, lo territorial y el lugar son construcciones de la percepción, por lo que su definición puede variar en el tiempo, según las circunstancias de su propia operación.

Mientras la estructuración del territorio exige conciliar muchos intereses mediante un liderazgo claro, inclusivo y estimulante capaz de sumar y negociar temas abstractos y concretos (creo que, precisamente, todo lo que ha sufrido la Alcaldía Metropolitana demuestra la necesidad de instancias de gobierno con ese nivel de competencia y, posiblemente, sobre circunscripciones más extensas y diversas), el lugar es una experiencia más íntima, casi particular y por eso frágil o hasta efímera, de nivel más local aunque no pocas veces, relevancia metropolitana.

Los ámbitos y los espacios, sin embargo, son categorías más fácticas y físicas y, por eso, referidas a componentes no menos conceptuales pero sí más tangibles y hasta cuantificables.

Si el ámbito no puede abarcarse peatonalmente o su población se dispersa o se hacina, su pertinencia e identidad se desdibujan; cuando se preserva su escala, sus signos son legibles, sus componentes se articulan apropiadamente y las interrelaciones estimulan el sentido de pertenencia, opera como eficaz instrumento de construcción de ciudadanía. Si el espacio no es física, funcional ni formalmente discernible y las fricciones minan su seguridad y vitalidad, se hace hostil; si su estructura es clara y las interfases entre público y privado fluidas pero precisas, un pequeño callejón puede ser un evento tan memorable como un eje monumental e inspirar igual admiración y orgullo.

Aunque, como en la Plaza Cubierta de la Ciudad Universitaria, no es sencillo trazar las fronteras entre una categoría y otra, la entidad e identidad de cada una son tan claras como la multiplicidad de interrelaciones que corresponde intensificar y cualificar para ensamblar un sistema de estrategias que construya ciudad sin rehuir el desafío de imaginarse distinta.

En éste, como en todos los sistemas de estrategias, habrá presencias y tendencias que reforzar para vigorizarlas, pero también otras que enfrentar hasta desmontarlas. Desde luego, todos preferimos evitar una cirugía, pero no todo se cura con merthiolate y curitas. Para eso, es fundamental la decisión del liderazgo y su encanto para entusiasmar, como la sensata audacia de los técnicos para ser consistentemente innovadores y, quizá sobre todo, la comprensión de todos de que si queremos que las cosas cambien tenemos que comenzar cambiando nosotros, superando nuestros prejuicios y sabiendo que en todo sistema, las interrelaciones son múltiples y a veces impredecibles, lo que acarrea riesgos que sólo sesuperan si no superamos el lloriqueo y la quejadera; y que, como toda construcción humana, los errores son probables y arduos los aciertos, lo que exige ser tolerantemente vigilantes y tan rigurosos al criticar como generosos al reconocer logros.

Así, quizá venzamos el desafío y logremos que, finalmente, la ciudad gire

(…) sobre sí misma y en nosotros,

hasta juntarnos por fin en este sueño.

sábado, 24 de julio de 2010

EL PROYECTO URBANO

COMO

APUESTA DE FUTURO

La ciudad es una estructura lenta y compleja para la que pedimos soluciones rápidas y sencillas.


Por no entenderlo, ignorante, efectista o mezquino, el poder prefiere la premura de paños calientes, la ausencia de planes o abortar su seguimiento; los ciudadanos, por nuestra parte y muchas veces con explicable recelo, vemos como “amenaza” programas que buscan resolver problemas evidentes y nos oponemos hasta negarlos; y seguir sufriendo.

Este laberinto de pretextos, miedos y omisiones ha creado una ciudad fracturada, resignada al fracaso, sitiada por la violencia, agotada en colas eternas, desconfiada de todo y todos, sucia, dejada, ineficaz, con leyes caducas y, además, violadas; una ciudad de la que apenas celebramos su montaña, es decir, lo que no es obra humana y aún resiste nuestra satrapía.

¿Es éste, como afirma el derrotismo onanista, un hado fatal que nos condena a morir de desesperanza urbana?

Para revertir esa condena y revivir la esperanza se formulan proyectos urbanos: para conocer, reconocer, celebrar y también cuestionar las necesidades, oportunidades y realidades de la ciudad y articular una apuesta de futuro que cualifique y promueva funcional, formal y emocionalmente la inclusión, integración, interacción y productividad de la ciudad que habitamos y una amable empatía entre nosotros y hacia ella.

No es fácil, pero tampoco imposible. Basta (no es poco…) saber, como Lerner en Curitiba, que “la ciudad no es el problema sino la solución”; hacer de la continuidad el proyecto, como Bogotá, de Castro a Garzón; acoplar talento y voluntad, como Bohigas y Maragall en Barcelona; y ejercer un liderazgo docente, como Fajardo en Medellín, para animar a la ciudad y sus ciudadanos a pasar “del miedo a la esperanza”.

El drama actual de Caracas impone entender la urgencia de un proyecto urbano: sabemos que su estado es crítico, pero sus males no son de tan vieja data y abundan los diagnósticos; ventajas que, sin embargo, pueden desvanecerse si no las aprovechamos antes de que las taras estallen en metástasis.

Con calmada premura y comprehensiva nitidez, toca ensamblar un proyecto urbano que trace rumbos claros de operación ágil y largo alcance y articule, atrevida pero fundadamente, un orden discernible y de vivaz diversidad en una apropiada apuesta de futuro que hagamos propia para exigir continuidad y, aboliendo el pesimismo, comprobar y celebrar que lo mejor, además de posible, es imperativo y merecido.

Con ardiente paciencia, la ciudad llama. ¿Responderemos?